Pedalea, la ciudad te pertenece

¿Disfrutas de tu viaje?
20 September, 2016

(Foto-de-Jeff-Peel-League-of-American-Bicyclists)

Nuestras ciudades, antes tan pequeñas, encantadoras, con barrios que eran como pequeños pueblos en los que cada vecino conocía a cada vecino y todos miraban por todos, con sus rencillas y también sus buenos momentos, ya no son amables ni recogidas.

El progreso llegó siguiendo el modelo del sueño americano. Resulta que sólo eras alguien si tenías un coche, y ya que tenías un coche ¿por qué no irte lejos a vivir a una casa más grande y más barata?  Si, total, podías estar en cinco minutos en la puerta del trabajo con tu flamante cochecito, o cochazo. Eso estaba muy bien, sí.

La idea era buena, sí señor, muy buena. Pero, claro, no la tuvo sólo uno, la tuvieron varios miles. Y Martínez o Pérez o García, el contable, con su gran piso recién estrenado en las afueras empezó a tardar una hora en vez de cinco minutos en llegar al trabajo. El flamante utilitario circulaba alrededor de la oficina quince minutos más hasta que su dueño decidía alejarse para poder aparcarlo y volver caminando a la oficina otro cuarto de hora más.

Salir de casa dos horas antes para sentir que se ha progresado.

Nuestras ciudades, ahora “extensivas”, se han convertido en infinidad de núcleos poblacionales  unidos por autovías de cuatro o seis carriles, con un transporte público a menudo insuficiente y cada vez más caro. Los embotellamientos de kilómetros para entrar se transforman una vez dentro en calles llenas de coches buscando dónde estacionar.

Y, por fin, nuestros mandamases, se han dado cuenta, han decidido tomar cartas en el asunto y cerrar el paso de vehículos privados al centro de las ciudades, que vuelven a ser amigables y recogidas.

Bueno, no, algunas son muy grandes y es en ellas donde entra en juego la bicicleta como medio más limpio, rápido y eficiente en recorridos urbanos sobre todo si éstos son de tres a diez kilómetros. El lector avezado y observador notará que muy pocas ciudades exceden ese límite, Madrid, por ejemplo,  tercera ciudad más grande de Europa, tiene una llamada “almendra central” de seis kilómetros de ancho por diez de largo en la que habitan más de dos millones de personas.

Las políticas ayudan, pero la base de todo, la semilla de la que surge todo esto, son las personas. Las personas decidimos y actuamos. En nuestras manos está comprometernos. ¿Queremos seguir respirando cosas malas? ¿Queremos seguir culpando a los demás? ¿O queremos recuperar las riendas de las ciudades para hacerlas un lugar más amable donde las personas puedan vivir?

El compromiso, el de todos,  el de Martínez el contable también, es lo que va a cambiar las cosas. No importa en qué medida pueda actuar cada uno siempre que haya acción. No importa la edad o el motivo que te lleve, actúa. Da un paso y, si quieres, da dos. Pedalea o déjate llevar.  Canta, grita, lo que sea, baila por la calle, que se sepa que la ciudad te pertenece como tú le perteneces a ella, porque ha llegado el momento de recuperar las calles para las personas y cualquier cosa viene bien.

Si sólo puedes hace una cosa, hazla, pero hazla con ganas.

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