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La sonrisa de un niño paseando en su bici.

La sonrisa de un niño paseando en su bici.

Como dijo John Lennon: “La vida es aquello que te ocurre mientras te empeñas en hacer otros planes”.

Te despiertas temprano por la mañana y empiezas una vez más un día ajetreado, desayunas mientras vas al trabajo o al colegio de los niños, llamadas de primera hora (o de última hora del día anterior) mientras vas de camino, carreras y saludos de cumplido a personas que nunca te has parado a pensar si tienen algo más que decirte que ¡Buenos días!

Te despiertas temprano y, a medio día, con un hueco en el estómago, decides comer algo de paso hacia la siguiente actividad, hacia la compra, otra reunión, la salida del colegio o quién sabe qué nueva historia que te empuja.

Te despiertas temprano y, ya de vuelta, recoges a los niños o te quedas en un atasco con la mirada perdida o te duermes en el metro  para, al llegar a casa, darte cuenta de que no sabes lo que has hecho, de que en tu cabeza se mezclan las cosas de esa misma mañana con las de la tarde de ayer.

Antes existía, en pasado al menos en las grandes ciudades, una forma de vida que rechazaba todo eso por insano, por imposible de entender desde su punto de vista. Era más fácil todo porque las personas se daban tiempo para pensar, podían dedicar cinco minutos a mirar el horizonte, o se sentaban a calentarse los pies con la mente volando por los quehaceres del día siguiente pero sin permitir que eso les impidiera disfrutar de ello. Nos reuníamos, como aún se hace, claro, alrededor de la mesa tanto para comer como para cantar, como para dejar pasar el tiempo.

En esos momentos en que las personas no hacen nada, sus cabezas no dejan de funcionar. La actividad “activa” deja sitio a un tipo de actividad diferente que abre nuevas puertas y nuevas conexiones que de lo contrario nunca salen a la luz. Según la leyenda, Newton formuló su Ley de Gravitación Universal mientras descansaba a la sombra de un árbol con el pensamiento en otra cosa.

Desde Alegría Bikes queremos reivindicar una manera de vivir antigua, un cierto retorno a la vida tranquila, a los recorridos en los que se mire hacia los lados y no solo hacia el frente, a la alimentación que nos nutra de experiencia y despierte nuestros gustos. Un retorno a las conversaciones y a las risas entre dos, tres o cuatro personas que no tengan que ser publicitadas de inmediato a través de las redes sociales. Queremos que viajar vuelva a ser viajar y no simplemente “llegar”, como queremos no llegar tarde a las cosas sin tener que ir deprisa. Y queremos poder emocionarnos con la brisa, con el amarillear de las hojas en otoño, con el azul intenso del cielo o con la risa de los niños al pasear en bici.

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